jueves, 23 de enero de 2014

EL TORO MEXICANO

Como en otras especies del reino animal, precisar el origen del toro de lidia es perderse en los grandes misterios de la creación.
Existen diferentes hipótesis, basadas en pinturas rupestres, esculturas ancestrales, fósiles hallados por los estudiosos y en las huellas de las civilizaciones que de alguna u otra manera representan los toros de esos remotos tiempos.
Para poder revelar estos misterios, nos trasladaremos a los orígenes más antiguos de los que se tiene noticia. La evolución es un proceso por el que hemos pasado todas las especies animales, pero sólo conociendo los orígenes y las transformaciones ocurridas con el pasar del tiempo podemos entender y comprender el milagro que ha sido posible lograr con el toro de lidia, y con Nuestro Toro.

Esta familia de los bóvidos se caracteriza por ser rumiantes, es decir, poseen rumen, tienen los dientes en forma de medía luna y sus cuernos están sostenidos por una base ósea, lo cual marca una clara diferencia con otras familias, pues en los bovinos sus cornamentas son extensiones del seno frontal, mientras que las otras familias, como la de los ovinos, estos soportes se limitan sólo a la base y externamente tienen forma espiral y lisa, o como en los antílopes en que son totalmente macizos.
Además las características zootécnicas y zoológicas definen a los individuos como de frente amplia con cornamenta en diversas direcciones, hocico ancho y húmedo, cuello potente y corto.
El fósil más antiguo que se ha hallado de una especie provista de cuernos se encontró en el plioceno índico, mucho antes de la existencia del hombre, lo cual nos da una idea de lo ancestral de los orígenes del toro bravo. En la era cuaternaria, la de la aparición del hombre, encontramos diversas evidencias de los antecesores en torno a los cuales han surgido varias teorías de los estudíosos, sin haberse podido comprobar ninguna totalmente. En esta era se encontró el Bos namadicus, que era de menor tamaño pero de cornamenta más desarrollada.
Existen datos históricos en los que se enmarca la existencia del uro salvaje, desde el norte de Africa a la zona más septentrional de Europa y desde Asia Menor a la Península Ibérica. De todo ello encontramos vestigios en las pinturas rupestres de las cuevas, como las de Altamira, en las representaciones egipcias, los códigos asirios o los cartagineses y especialmente de los celtas.
Todas estas teorías son difíciles de comprobar, pues prácticamente todas las formas prehistóricas del Bos han desaparecido, por lo que quedan dos ramas de donde se cree proviene nuestro toro de lidia actual, el Bos primigenius, de colores rojizos, y el Bos brachyceros, de pelajes, oscuros, que eran toros de gran tamaño, con encornaduras altamente generosas, de cara alargada, con colas largas y peludas, y los últimos ejemplares aparentemente fueron vistos en la zona de Polonia y Lituanla en el siglo XVII. Sin embargo es el sur de Europa, concretamente en la zona mediterránea y en la Península Ibérica, donde encuentra su mejor desarrollo y, tras su evolución, que comprende las mutaciones y posibles cruzas entre diversos ancestros, llega a la forma del toro actual. Así, con la influencia del medio ambiente y del hombre primitivo, encontramos el punto de partida de la fiesta brava.
Como se sabe y ha sido demostrado por diversos autores, la ganadería más antigua del mundo que aún está en pie es la de Atenco y data de 1522.
Sobre estos pilares mexiquenses se soporta nuestra historia taurina, pues quien trajo por primera vez toros a la Nueva España fue Hernán Cortés con el permiso de Carlos V.
Esa hacienda, que era propiedad de don Juan Gutiérrez Altamirano, sobrino del conquistador (según algunos historiadores, eran primos), la recibió como repartimiento, tenía una gran extensión, pues abarcaba de Santiago Tianguistengo hasta Calimaya, de norte a sur y, de oriente a poniente, de Metepec a San Mateo Atenco.

Fenotipo

Tercio anterior

En la cabeza encontramos las defensas fundamentales del toro, las astas o pitones. Estos nacen a la derecha e izquierda en las clavijas del hueso frontal. Al espacio entre ambos se le denomina cuna.
A la frente se le conoce como testuz, detrás de la nuca está el agujero occipital, único sitio por donde se puede llegar al bulbo raquídeo. con el estoque para descabellar o con la puntilla, para producir la muerte instantánea del toro.
Bajo la frente está el hocico. en donde identificamos los belfos o labios, los ollares o cavidades nasales. También los ojos, las orejas y las quijadas o cachetes.
En el toro de lidia, la cabeza deberá ser más bien pequeña y fina, proporcionada con el resto del cuerpo del toro.
El cuello une la cabeza al tronco. En el podemos identificar el morrillo, la parte superior. Este debe ser fuerte, grande y gruepues ello es reflejo de poderío.

En la zona inferior está la badana, es un pliegue de la piel. El cuello muy corto le impide movilidad al mismo, así que a los toros con esta característica les es más difícil poder humillar. Sin embargo, los toros con el cuello demasiado largo normalmente tienen demasiado suelta la cabeza. Por eso el cuello debe ser proporcionado a la estructura fenotípica del toro.
En las extremidades anteriores localizamos, en su parte inferior, brazuelo, caña, menudillo, cuartilla, corona y pezuña, parte, de suma importancia en el desarrollo del toro en la lidia y que deben ser fortalecidas al máximo para poder sostener su peso además de darle la movilidad y la agilidad suficientes, a base de una buena alimentación, dosificada proporcionalmente durante el desarrollo y la crianza.
El ejercicio, en la medida que las extensiones de las dehesas lo permitan, mantendrá en buenas condiciones esas extremidades, para que el toro esté dotado de la preparación necesaria con miras a la lidia. Por ello se acostumbra poner el agua y el alimento lo más distantes entre sí, pues así los toros realizan un esfuerzo cotidiano y eso los fortalece.
La parte superior, comprendida por la espalda, los hombros y la cruz, determina la locomoción de la res. A los toros con la cruz muy desarrollada se les conoce como altos de agujas. Si no sucede así, son bajos de agujas. A esa parte, por donde deben de entrar las buenas estocadas, se le conoce también como blandos, péndolas o yema. Y el grado de verticalidad de la espalda el relación con el brazuelo marca la capacidad de poder del toro para empujar.

Tercio medio

En el tercio medio encontramos lomo, vientre, costillares, bragadura e ijares.
En el toro de lidia, preferentemente, el lomo debe ser recto, amplio y musculoso, porque es fundamental y complementario en la locomoción del animal, y ello favorece una mayor movilidad y permite al toro acometer con energía y poder al sostenerse y recargar con fuerza sobre los riñones.

Tercio posterior

El ganado de lidia no suele desarrollar mucho la zona del posterior, pues la mayor parte de su fortaleza el toro la concentra en las extremidades anteriores, el cuello y el lomo. Sin embargo, al ser la parte que sostiene y equilibra debe ser muy fuerte.
La armonía de movimiento del toro depende en gran medida del posterior, pues esa parte impulsa hacia adelante así que la grupa debe ser recta y amplia.
También encontramos en ese tercio los órganos reproductores del macho y la hembra. Cuando el toro llega a la edad adulta, los testículos se desprenden y bajan, envueltos en el escroto, de forma que son perfectamente visibles y con la ranura que los separa muy marcada.
La cola nace en la continuación de los huesillos donde termina la columna y deberá ser fina, larga, y sobrepasando los corvejones, además de sobre poblada en su parte final, el rabo.
Dentro de la descripción fenotípica de los toros atrae mucho la coloración de su piel y pelo o pintas. De ellas se hablará en detalle un poco más adelante. Asimismo, se hará lo propio con la cornamenta de las reses de lidia.

Genotipo

Las características que definen el comportamiento y la actitud de los toros de lidia, de origen genético, constituyen el genotipo.
Esos factores, evidentemente, no podemos verlos a simple vista, sólo podrán identificarse en rasgos que requieren de agudeza de observación y objetividad al juzgar la actuación y las maneras de los astados a lo largo de su vida, especialmente en su lidia y muerte.
Profundizando en este concepto fundamental de genotipo, podríamos decir que ello ha hecho subsistir durante toda la historia al toro de lidia, que debe ser fundamentalmente bravo. Y aquí nos aventuramos a entrar en esta mágica palabra que en sí encierra la base fundamental de la vida del toro y la esencia misma de la fiesta.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario