En la tesis de licenciatura de Itzel Magaña Ocaña[1], se cita un pasaje que desde el punto de vista de las curiosidades taurinas, resulta interesante.
Para poder entrar en contexto, debe anotarse lo siguiente:
Juárez, desde Veracruz lanzó un Manifiesto a la nación de julio de 1859, en él, culpaba al clero de haber fomentado la guerra y de haber ayudado económicamente a sostenerla; todo ello condujo a que el gobierno liberal, decretara la ley de nacionalización de las propiedades eclesiásticas, en el conjunto de leyes conocidas con las leyes de Reforma.
(…) las medidas reformistas que frenaban el poder del clero fueron adoptadas en un principio a nivel federal, como en el caso del general Jesús González Ortega,[2] gobernador de Zacatecas. Se dice, que las medidas tomadas en diversos estados, obligaron al presidente a decretar desde Veracruz las Leyes de Reforma, y en especial la ley de nacionalización de los bienes eclesiásticos. El caso de González Ortega es significativo.
En un decreto del 16 de junio de 1859, promulgó la pena de muerte contra todo sacerdote que de alguna manera fomentara la desobediencia de las leyes federales; la pena de muerte a todo el que pidiera o aceptara la retractación del juramento a la Constitución;… al que negara los sacramentos a quienes hubiesen prestado el juramento o adquirido propiedades de la Iglesia… suprimió las comunidades religiosas y expulsó de su estado a todos los clérigos. Nacionalizó las propiedades del clero, prohibió las procesiones religiosas y el 14 de julio de 1859, promulgó la ley del matrimonio civil.[3]
(…)Es curioso por ejemplo, el caso del autor Regis Planchet, quien describe ampliamente la personalidad y el anticlericalismo de González Ortega, cuando afirma,
…dispuso unas corridas de toros en que se presenciaron cosas repugnantes que sólo el antiguo payaso y ladrón sacrílego de Zacatecas podía haber ideado. A los locos y toreros los vistió de obispos, denominándolos Munguía,[4] Lázaro, Labastida,[5] Barajas,[6] Pedro,[7] etc. A los picadores los uniformó de generales y les dio los apellidos de Miramón,[8] Márquez, Mejía[9] y otros jefes conservadores. Cuando iba a picar el toro, aquella canalla insolente gritaba: Pica a Pío IX,[10] general Miramón. Ahora tú, general Márquez,[11] pica a Benedicto.[12]
En el 131 Aniversario Luctuoso del General Jesús González Ortega el Instituto Electoral del Estado de Zacatecas el H. Ayuntamiento 2010 – 2013 de Valparaíso y la Escuela Primaria González Ortega, le rindieron un homenaje que se efectuó en la Hacienda de San Mateo, en el Municipio de Valparaíso. Recuérdese que en tan emblemática como histórica hacienda nació este personaje en 1822. Al finalizar dicha centuria, y bajo la égida de Antonio Llaguno, comenzaría la feliz aventura que se materializaría en la famosa historia de los toros bravos de San Mateo, nutriente y fortaleza en la ganadería mexicana en los primeros 50 años del siglo XX.
La cita anterior, es importante, puesto que ningún otro autor da cuenta de éste hecho, aunque al mismo tiempo parece poco probable lo descrito.
Tales festejos, de haberse verificado, pudieron celebrarse en el curso de 1859. El rumbo de Zacatecas era peculiarmente taurino. Tan es así, que el propio González Ortega, por alguna circunstancia de la casualidad, nació en la hacienda de San Mateo de Valparaíso, misma que medio siglo más tarde, se convertiría en el espacio rural más importante de la ganadería de toros bravos en nuestro país.
Curiosamente en 1860, y el 18 de noviembre, se celebró en la plaza de toros del Paseo Nuevo una corrida en la que actuó Bernardo Gaviño, con 5 toros de Atenco. Corrida a beneficio de las familias pobres de esta ciudad (de México). Toro embolado y fuegos artificiales.
Debido al triunfo del ejército constitucionalista, al mando del General Jesús González Ortega, acérrimo enemigo del General Miguel Miramón, este último se vio obligado a pedir asilo a la embajada española, por lo que fue acogido por uno de sus representantes, el señor Ballesteros. Esto ocurrió la noche del 24 de diciembre de 1860.
Concepción Lombardo de Miramón, apunta en sus Memorias, que estando ya bajo la protección diplomática
…oímos otra llamada en la puerta de la embajada; el que venía a pedir asilo era un famoso torero, Bernardo Gaviño, que por tener simpatías por mi esposo y haberse dedicado algunas corridas de toros, temía ser maltratado por los constitucionalistas.[13]
Y luego, el 13 de enero de 1861, en el mismo escenario taurino ocurre la posible actuación de Bernardo Gaviño, en función dedicada al Sr. General D. Jesús González Ortega. Se desconoce de donde fueron los toros lidiados.
Sin embargo, como he podido comprobar, fue el propio diestro gaditano, quien se adhirió a Miramón, escapando con él hacia Veracruz.
Eran tiempos sumamente difíciles, en los que la política y su conflictiva tenían un comportamiento agitado, con matices de diversa coloratura, nada convenientes para el destino de una nación que no encontraba todavía ningún reposo, ni tampoco coincidía con el destino que tanto anhelo y pasión pusieron sus hombres y sus mujeres para conseguir un México mejor.
Fuente: http://ahtm.wordpress.com
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[1] Itzel Magaña Ocaña: “Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos obispo y arzobispo de México frente a la reforma y el segundo imperio. (Pensamiento y acción de los conservadores)”. Tesis de licenciatura. Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, 1993. 208 pp.
[2] Jesús González Ortega fue el más brillante militar de la República, el vencedor de Miramón y el héroe del Sitio de Puebla. Nació en la hacienda de San Mateo Valparaíso en Fresnillo, Zac., el 9 de enero de 1822, y después de algunos estudios en Guadalajara trabajó como escribiente en la población de Teúl, Zac., y era diputado al Congreso local.
[3] Robert J. Knowlton: Los bienes del clero y la Reforma mexicana. 1856-1910. Traducción de Juan José Utrilla. México, Fondo de Cultura Económica, 1985, p. 98.
[4] Clemente de Jesús Munguía (1808-1873). Nació en los Reyes, Michoacán. Durante doce años fue obispo de Michoacán y su primer arzobispo. Fuerte opositor de las disposiciones liberales, fue desterrado por el gobierno juarista en 1861, junto con otros miembros de la Iglesia. Regresó al país en 1863, aunque volvió al exilio debido a la política liberal de desamortización de los bienes del clero por Maximiliano. Murió en Roma.
[5] Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, arzobispo de México, quien encabezó la oposición eclesiástica a Juárez, y posteriormente a Maximiliano.
[6] Pedro Barajas y Moreno (1795-1868). Nació en Lagos, Jalisco. Doctor en cánones por la Universidad de Guadalajara, ocupó diversos cargos eclesiásticos en la capital del estado de Jalisco. En 1854 fue nombrado obispo de San Luis Potosí. El gobierno juarista lo expulsó del país, junto con otros prelados y diplomáticos, por su participación en la Guerra de Reforma. Posteriormente regresó al país y murió en su diócesis.
[7] Pedro Escudero y Echánove (1818-1897). Nació en la ciudad de Campeche y murió en la ciudad de México. Diputado liberal por Yucatán al Congreso Constituyente de 1856-1857. posteriormente se mostró partidario del Imperio, siendo designado por Maximiliano ministro de Justicia. Fue autor de la legislación relativa a los procedimientos para la adjudicación de los bienes eclesiásticos. Al triunfo de la República, se retiró de la política.
[8] Miguel Miramón y Tarelo, militar de carrera. Conservador y Presidente de la República en 1859.
[9] General de División Don Tomás Mejía.
[10] Se trata de Pío IX 81792-1878). Papa de la Iglesia católica.
[11] General Leonardo Márquez, quien junto con Miramón, es el más destacado militar conservador, después de la muerte de Luis G. Osollo. Márquez era un militar capaz pero muy sanguinario y falto de escrúpulos. Mandó asesinar a Melchor Ocampo y fusiló a Leandro Valle, entre otros muchos jefes militares que cayeron en sus manos.
[12] Regis Planchet: La cuestión religiosa o sea la vida de Benito Juárez.Librería Pontificia. Roma, 1906, p. 138.
[13] Concepción Lombardo de Miramón: Memorias de (…). Preliminar y algunas notas de Felipe Teixidor. México, editorial Porrúa, S.A., 1980. XIV-1005 pp. Ils., retrs., fots. (Biblioteca Porrúa, 74)., p. 300.